Un estudio de la Northeastern University dirigido por el profesor Albert-László Barabási, y publicado en el número de febrero de 2010 en la prestigiosa revista Science, concluía que el 93% del comportamiento humano es perfectamente predecible. Como si fuéramos perritos de Pavlov digitales, nos movemos respondiendo a estímulos similares y siguiendo unos patrones de conducta fijos. Así pues, según el estudio, saber qué va a hacer una población determinada en los próximos días o semanas es sólo cuestión de tener el suficiente tiempo -y recursos- como para observarla. La conclusión del estudio (no por sabida menos inquietante) mostraba ya entonces el poder de uno de los términos de moda en tecnología: el Big Data (o los procedimientos usados para almacenar e interpretar grandes cantidades de datos y encontrar patrones repetitivos), un concepto que inevitablemente conduce la imaginación hacia la distopía descrita por George Orwell en 1984. Como asegura el cartel de Snowden, la nueva película de Oliver Stone sobre el perseguido analista de la CIA, cada vez resulta más evidente que “todos estamos vigilados”. La cuestión entonces es dirimir quién puede gestionar todos los datos, ese rastro digital, que dejamos a nuestro paso. Y, sobre todo, para qué son utilizados.
Uno de los pioneros en el estudio del Big Data y las utilidades que pueden desprenderse de la recogida masiva de datos es Alex Pentland, director del Human Dynamics Lab en el MIT. Pentland, cuyo primer proyecto de investigación en los años setenta fue estudiar a través de imágenes vía satélite los movimientos de las poblaciones de castores en Canadá, aseguró en un artículo de Forbes que ese primer trabajo no era “un mal ejemplo para entender todo lo que he hecho desde entonces”. Pentland, uno de los científicos más citados en el mundo -lo que da idea de la importancia del campo en el que se mueve-, es consciente de lo delicado del terreno que pisa con sus investigaciones. Pasar de roedores a personas y tener lo que él denomina una “visión divina” sobre ellos es un gran poder y, como todos los fans de Spiderman saben, eso conlleva “una gran responsabilidad”. Por eso Pentland es también un ferviente defensor de la privacidad de la información: los usuarios deben ser conscientes de qué es lo que comparten en cada momento y para qué será utilizado.
Y lo cierto es que, dejando a un lado teorías conspiranoicas, el Big Data bien utilizado puede ser de gran utilidad para mejorar nuestras vidas en cuestiones muy diversas. Ayudará, por ejemplo, a racionalizar el consumo energético, ordenar el tráfico de las ciudades para facilitar la movilidad, o predecir los patrones de contagio de una enfermedad. Todo lo suficientemente beneficioso como para permitir que nuestro smartphone comparta algunos datos. Después, bastará con hacer algo sorprendente y mantener el latido de ese 7% de comportamientos inesperados donde, con mucha probabilidad, se encuentren las cosas más interesantes de la vida.
Fuente: El País