Sin embargo, no es el único factor que, si se rastrea, acaba desvelando tu identidad, sino que existen otros puntos a tener en cuenta para, conociéndolos, actuar en la Red con el máximo sigilo posible.
Lo primero que hay que dejar claro es qué se entiende por ‘camuflarse’ en Internet, o hasta qué punto es posible esconder la identidad de un usuario en la Red. Porque si lo que buscas es, sencillamente, que otras personas no sepan dónde entras y qué haces allí, entonces sí vas a llevarte la ‘alegría’ de ocultar a tus cercanos que visitas webs que están mal vistas, pero ante un delito, amigo mío, o sabes realmente dónde te estás metiendo o ya puedes olvidarte de seguir leyendo.
Camuflarse en Internet sí es posible, y es bueno
En términos de intimidad y privacidad, un ordenador compartido no tiene por qué ser el espejo de los intereses y curiosidades de un usuario. Es lícito querer proteger nuestra intimidad y nuestro ordenador tiene que poder servir, dejando a un lado las malas praxis, para descubrir en libertad. Pero esto se rompe en tanto que nuestras pretensiones sean romper con la Ley y ahondar en las tinieblas de Internet en busca de contenidos, productos o servicios ilegales.
Tu dirección IP: tu identidad en Internet
Un valor binario de 32 bits asociado a un proveedor de servicios de Internet, que recoge con una precisión limitada la localidad en que se ubica el sistema conectado a la Red, ya sea un ordenador o un dispositivo móvil. Tu dirección IP revela tu ubicación, pero también está asociada a datos ideológicos, religiosos, y de conducta en Internet. Y la cuestión es que, en una ventana como la de la imagen que ves justo encima, queda registrada tu dirección IP con datos que la asocian a tu comportamiento en una web. Concretamente, esa ventana es la que detalla qué has hecho en una web, o más bien cómo has interactuado con sus servidores.
Por lo tanto, ya tenemos que la dirección IP es nuestro peor enemigo si queremos ocultar nuestra ubicación, un factor que casi de forma inevitable asocia ese ‘valor binario’ a nuestra identidad. Y para desprendernos de la dirección IP, simplemente necesitamos un proxy, una red privada virutal (VPN) o utilizar una arquitectura de tráfico alternativa, como nos ofrece Tor Browser.
Deshaciéndonos de la dirección IP
Siguiendo un patrón regular comprenderíamos la conexión a Internet como una relación directa con los servidores de servicios web. Es decir, lo ‘normal’ es que el usuario de Internet (cliente) se relacione con los portales web (servidor) de una forma directa, lo que supone dejar huella en el registro que veíamos en aquella imagen. Ahora bien, si hacemos uso de una red privada virtual, entonces introducimos en nuestra conexión un intermediario, que se dedica a hacer las veces de servidor y cliente, entendiéndolo de una forma simplificada, de la siguiente manera.
En lugar de hacer la conexión de red local a Internet de forma directa (cliente-servidor), utilizamos un ‘tunel VPN’ que introduce modifica la estructura con un intermediario(cliente-servidor/cliente-sevidor), donde la red privada virtual actúa como servidor recibiendo nuestras solicitudes, y adopta el comportamiento de cliente enviando, como propias, estas solicitudes al servidor final. Y el camino de vuelta puede producirse de varias formas, pero lo normal es que siga exactamente la misma estructura, pero a la inversa. De esta forma, la dirección IP que queda registrada por el servidor final es la de la red privada virtual, y no la nuestra.
Algo similar es lo que ocurre con Tor Browser, que no sólo modifica la estructura del tráfico, sino que introduce lo que se denominan nodos intermedios y un nodo final que ceden su dirección IP y ancho de banda en favor de la privacidad agregando, además, varias capas de cifrado. Y la clave en este asunto es que el nodo final, que a fin de cuentas sería similar a la red privada virtual, es la que descubre su dirección IP. Pero, entonces, ¿no podría ser identificado el nodo final e ‘interpretada’ la ruta de tráfico? Si fuese así, entonces de punta a punta se descubriría el origen (nosotros, el cliente), pero Tor Browser se encarga de dar un tráfico aleatorio, con tantas rutas posibles como nodos disponibles haya en Red. De esta forma, se complica la identificación.
Protegida la IP, el único ‘punto sensible’ eres tú en Internet
De estas formas anteriores hemos conseguido camuflar la dirección IP sin demasiado esfuerzo, y sin gastar un céntimo. Y esto hay que remarcarlo porque Tor Browser es gratuito, y los VPN también los hay disponibles sin coste alguno. La cuestión es que ahora somos nosotros mismos el eslabón débil, y los que podemos conseguir que esta ‘cadena’ funcione, o acabar desvelando nuestra identidad a pesar de que la dirección IP ya no se puede asociar a nuestra identidad.
Hablando de una forma más clara, hay que tener cuidado con complementos y plugins que se encargan de recoger información sobre nuestra navegación web, así como con cookies y formularios en los que, de forma inevitable, se va a introducir información que puede desvelar quiénes somos exactamente. Abandonar las particularidades de nuestra navegación a todos los niveles, porque factores como el tamaño de pantalla, por ejemplo, pueden acotar la búsqueda en nuestra contra, e incluso el idioma de navegación. Todos estos son puntos que, hilando fino, pueden acabar apuntando hacia una única persona: nosotros.
Precisamente por ello, lo más básico es no iniciar sesión en ninguno de nuestros perfiles en Internet, desde compras online hasta cuentas bancarias y pasando por redes sociales o cualquier otro servicio en Internet. Porque si accedes a tu propio Twitter tratando de ser anónimo, ¿no sería bastante estúpido?
Fuente: ADSLZone